Esta semana, nuestro Españolisto se enfrenta al fabuloso y consagrado fenómeno del 'dedazo'. Ese método ancestral que otorga al presidente del Gobierno, a los ministros y a todo Cristo con cierto rango en la Administración Pública, potestad para contratar a quienes les salgan de sus santas narices y bautizarlos como asesores.
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